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lunes, 19 de noviembre de 2012

Carta de despedida

Hace tan solo unos días que te fuiste y tu ausencia no puede ser más notable. Te fuiste de forma inesperada, iniciaste ese viaje sin retorno que es ley de vida; ese viaje que todos iniciaremos algún día. Nos enseñaste tantas cosas a todos... Con nosotros compartiste tu sabiduría, tu amor, tu afición por viajar de un lado a otro, tus ganas de vivir...
Tú que me paseabas por las calles del camping cantándome el "tamborilero" hasta que me vencía el sueño. Esa misma canción que nos cantabas a todos fuera Navidad, verano, Semana Santa, Feria o cualquier otra época del año. De camino al camping siempre la cantabas. Ahora, ¿quién la cantará?
Recuerdo esos días en los que despertaba en tu casa y estabas en la cocina con la abuela haciendo rosquitos. Los mejores rosquitos del mundo.
Nos has llevado a tantos sitios... Sería incapaz de nombrarlos todos. Hay tantos pueblos, playas, barrios, ciudades, etc que nos has enseñado... Siempre que quería ir a algún sitio te preguntaba cómo llegar. Pocas veces no conocías el lugar. Ahora, ¿a quién le voy a preguntar?
Tú que siempre nos llevabas y recogías del cole, que siempre nos cuidaste y nos diste tu amor, tu que nos reñías para que corrigiéramos nuestros errores y aprendiéramos de ellos, tu que nos llevabas a tantos sitios... Ahora, ¿con quién iremos?

Todos dicen que me quede con los momentos buenos que viví contigo, pero ¿sabes qué? No hubo momentos malos, abuelitito. Perdón por no decirte que te quería muy a menudo, pero creo que es algo que siempre supiste más que de sobra. Ahora que escribo esta carta para quemarla junto a la de mis primos para que este mensaje te llegue a donde quiera que estés, me doy cuenta de que tendría que habértelo recordado cada día. Siempre vivirás en mi corazón.

TE QUIERO, nunca lo olvides.

jueves, 8 de noviembre de 2012

El viejo del sombrero y los caramelos mágicos

Me pregunto qué edad tendrá, pero debe de ser centenario, ya que cuando mi madre y mi tío eran pequeños ya era anciano. Les daba caramelos a mi madre y a mi tío en su infancia, ellos también lo recuerdan con sombrero, chaqueta y cabello blanco. Sale a pasear con su chaqueta y su sombrero sea cuál sea la época del año en la que nos encontremos, llueva o haga Sol, haga 10 grados bajo cero o un sofocante calor. Pero no sin llenar sus bolsillos de caramelos. Siempre saludando a todas y cada una de las personas con las que se cruza con una gran sonrisa, les conozca o sean completos desconocidos.

Recuerdo que de pequeña lo veía cada mañana cuando me llevaban a la guardería, siempre con su sombrero y su traje de chaqueta, arreglado pero informal. Como a todos, mis padres me habían enseñado a no aceptar cosas de desconocidos, pero él era diferente. Si me veía triste, se acercaba a mí, me secaba las lágrimas y me daba un caramelo: "¿Sabes? Estos caramelos son mágicos. Hacen que la persona que se lo come sonría y no esté triste", decía. Yo aún sigo sin saber si era la forma en la que me lo decía, o si realmente esos caramelos eran mágicos y te hacían sonreír.


Esta misma mañana me lo crucé de camino al instituto, y, como es habitual, me dio los buenos días con esa voz tan peculiar suya y una gran sonrisa. Algo me dice que se acuerda de mí. Hace unos meses dejé de verlo paseando por el barrio, y fue tan grande la tristeza que me invadió... Pero hace cosa de un mes lo volví a ver durante su paseo matutino, con su sombrero y, en esa ocasión, una chaqueta azul cielo. Me alegré gratamente de verlo. Desde entonces, al menos un día a la semana me lo cruzo cerca del parque de bomberos. Me sorprende que un hombre de su edad pasee solo cada mañana, que no lo haga en compañía de nadie. De pequeña pensaba que ese hombre era algo así como inmortal y mago, ya que mi madre y mi tío lo recordaban tal y como se encontraba tantos años después, y dado a que sus caramelos mágicos eran los únicos que sacaban sonrisas a todas las personas a las que se los daba. ¿Estaría yo en lo cierto?

lunes, 5 de noviembre de 2012

Te quiero

Nunca fui una chica popular. Tampoco he sido nunca chica de sobresalientes, aunque siempre he sacado mis estudios adelante. Siempre me he pasado el día en las nubes, soñando, fantaseando... No soy de esas chicas que tienen miles de seguidores en Twitter, Tumblr y otras redes sociales, y de niña sufrí bullying en el colegio, también he de decir que en el instituto fui víctima de acoso escolar, por llamarlo de alguna forma. No me gustaba sentarme a primera fila, ni tampoco en la última; siempre preferí sentarme en las filas de en medio junto a la pared o la ventana para no llamar demasiado la atención. Me ponía súper nerviosa cuando me sacaban a la pizarra, aunque supiera hacer el ejercicio que me tocara. Lo mismo me pasaba cuando tenía que leer en voz alta, por alguna razón pensaba que mis compañer@s leían mucho mejor que yo.

Pero él siempre estuvo a mi lado desde la guardería. Aún sigue a mi lado, y espero que nunca se vaya. Él era el único que siempre me defendía. Juntos aprendimos a montar en bici, a nadar, a hacerle frente al mundo, a luchar... Fui testigo de su primer amor, y de su primera desilusión amorosa. Él lo fue de mi primer amor, aunque nunca supo que era él, y de mi primera desilusión. Nos contábamos nuestras inquietudes, nuestros miedos, nuestros sueños, nuestras ilusiones... Era mi fiel confidente, nunca contó a sus amigos las cosas que yo le confiaba.

Las chicas no me querían a su lado, y yo no me sentía cómoda al suyo. Cuando él estaba con sus amigos, yo simplemente me quedaba sola en casa, o me iba de compras, de paseo... cualquier cosa por pasar el rato. Hace poco encontré como medio de escape la escritura, y en ello paso el tiempo cuando no estamos juntos. Sé que él me lee, por lo que no puedo decir su nombre. Mejor dicho, PODÍA. Ahora él sabe todo lo que siento, lo que SIEMPRE he sentido por él.

Se acercaba la graduación, y con tanto examen me pasó desapercibida. A tan solo una semana, mi madre apareció en casa con un magnífico vestido rosa palo largo hasta los pies. Era para mí, para mi fiesta de graduación. En ese momento me hizo mucha ilusión. Después bajé de mi nube y recordé que no tenía con quién ir. Mi mejor y único amigo iría con su novia, y nadie en aquella fiesta me echaría en falta. Dos días antes de la fiesta de graduación, quedé con mi ángel guardián (como yo le llamo desde hace años) como cada miércoles. Cansados de pasear decidimos sentarnos en uno de los muchos bancos del paseo. A mala hora se me ocurrió que nos sentáramos allí. Su novia apareció en su bonito coche nuevo, y él se fue con ella. No sin antes decirme, "No te importa, ¿no?". "No, ve", ¿no pude haberle respondido lo contrario?

Llegó el día de la graduación, y yo estaba en mi habitación con la música a todo volumen, cantando y bailando como loca, con el cepillo de pelo como micro, intentando olvidarme de qué día era. El vestido seguía colgado en la puerta de mi armario, listo para ponérmelo. Miré por la ventana y lo vi, allí estaba mi ángel, en su ventana mirando a la mía sonriendo. No sé si se reía de mí, o si le parecía simpática mi "actuación". Escribió en un folio "¿Te veré en el baile?". A lo que le respondí en otro folio "No, me quedo a estudiar". Le di la vuelta al folio y escribí "te quiero". Cuando fui a mostrarle el cartel, había desaparecido, se había marchado a vestirse para la fiesta.

Me metí en la ducha, me puse el precioso vestido que mi madre me había comprado, me maquillé y peiné como mejor supe, cogí el ramillete de flores y me lo puse en la muñeca, corrí escaleras abajo (aún no sé cómo con esos súper tacones y ese largo vestido), me metí en el coche y salí hacia la fiesta. Cuando llegué todos me miraban. Llegaba tarde, todos bailaban, y él no era menos. Allí estaba, bailando con su pareja. Todos se abrieron paso, y me encontré frente a mi ángel. Abrí el folio que había escrito poco antes de salir de casa y se lo enseñe. Él sacó otro del bolsillo de su pantalón. Nos vimos uno frente al otro, cada uno con un cartel en el que ponía "TE QUIERO".

Desde entonces estamos juntos, viviendo nuestra dulce historia interminable.