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viernes, 21 de junio de 2013

¡Felicidades Yorch!

Justo hoy hace diecinueve años, llegó junto con el verano un chico que, a día de hoy, es una de las personas más importantes para mí. Puede que apenas le vea, puede que nos separen más de doscientos kilómetros y puede que no hablemos a diario, pero sé que si le necesito siempre estará ahí. Y no hace falta que le diga que si algún día necesita algo, me tiene aquí. "A kilómetros de distancia, pero bajo un mismo cielo". Sabe sacarme una sonrisa hasta en mis peores momentos, me ayuda y aconseja siempre que lo necesito, me escucha, me apoya, reímos juntos, planeamos mil y una aventuras, tan solo con la forma en la que escribimos sabemos si el otro está bien o mal. 

Hace 427 días que nos conocemos y espero que esta amistad a la distancia dure muchísimo tiempo (sabes que no lo digo por decir). No sé si fue pura coincidencia, el destino o cualquier otra de esas cosas, pero aquél día no lo cambio por nada. Lo que daría por poder darte un abrazo en el día de hoy... O al menos poder hacerlo pronto. Tengo tantas ganas de verte y poderte achuchar que... ay, no lo puedo explicar. Espero que este día haya sido especial para ti y hayas sido extremadamente feliz, que es lo que te mereces después de tanto como has pasado. Se suponía que esto era una felicitación de cumpleaños, y parece de todo menos eso... jajaja. 

¡¡¡¡¡MUCHÍSIMAS FELICIDADES MI AMOR!!!!!

No olvides nuestro "Giro de Sol"


RECUERDA : nos quedan muchas cosas por vivir juntos :)


PD : Te quiero

miércoles, 19 de junio de 2013

¿Por qué?

Mis ganas y fuerzas decaen. Siento que ya no puedo más, me desvanezco en la oscuridad y el silencio me atrapa. Lloro porque ganas de reír no me quedan, canto para intentar olvidar, grito para sacar todo lo que llevo dentro, me quiebro en un llanto silencioso. Miro atrás y los recuerdos invaden mi ser, miro hacia delante y no veo nada, todo negro, sólo oscuridad. ¿Por qué? Aparento que nada me importa, que soy fuerte, pero no. Soy todo coraza, y ésta empieza a resquebrajarse sin freno. 

De tanto caer, aprendí a levantarme sola, sin ayuda de nadie. De tantas promesas rotas, aprendí a no creer en ellas. De escuchar tantas mentiras, aprendí a no creer en nada, en nadie. Dejé de buscar para avanzar a la deriva, sin saber qué esperar, sin saber con qué me toparé. Dejé de pensar en el mañana, esperando que todo acabe pronto. De pronto me vi sola, sin nadie caminando a mi lado, sin alguien que me coja de la mano, sin alguien que me ayude en mis caídas, sin nadie que me seque las lágrimas, sola en el silencio. Con mi corazón en la mano buscando a alguien que lo sane o alguien que lo pare, avanzando sin rumbo por la oscuridad acompañada del silencio y de mi voz.

domingo, 9 de junio de 2013

El otro día me lo crucé por las calles de la ciudad. Nuestras miradas se cruzaron y empecé a recordar. Recordé que a su lado me sentía diminuta, el con su metro noventa y nueve y yo con mi metro cincuenta y siete. A su lado me sentía protegida, sentía que a su lado nada malo me podía pasar. Recordé que me hacía sentir especial, que nunca nadie me había hecho sentirme así jamás. Recordé nuestras promesas de amor, promesas que, por una razón u otra, ambos rompimos. 

De pronto sentí que volvía a detenerse mi universo, como cuando estábamos juntos. Nunca nadie, aparte de él, lo había logrado detener jamás. Me fijé en su pelo, sus tímidos tirabuzones ya no estaban, había decidido cortarlos. Su mirada había cambiado, ya no brillaba como antes. Su sonrisa, bueno, su sonrisa ya no estaba. Se fue al igual que la mía. Intenté recordar por qué ya no estábamos juntos. No logré recordar nada al respecto. Sin embargo, recordé todos y cada uno de los días que desperté a su lado, los paseos nocturnos por el río agarrados de la manos, el aroma que dejaba impregnado en mi piel cada vez que hacíamos el amor, las noches de tertulia, los mil y un conciertos a los que fuimos juntos, el día en que nos conocimos, las largas noches de estudio a su lado, sus capuchinos, sus besos de buenos días, las caricias durante el desayuno, los domingos en el sofá... Todo aquello había quedado atrás y no conseguía recordar por qué. 

Cuando quise darme cuenta lo tenía frente a mí, a escasos centímetros. Me tendió la mano y la acepté, me acercó a él y me abrazó tan fuerte que logró hacerme sentir que todo iba a volver a estar bien. Ahora estoy aquí, en la sala de espera de un hospital esperando que el cirujano salga de quirófano y me diga que todo ha salido bien. Justo el día que decidimos tomar un café en la misma cafetería en la que nos conocimos hace poco más de tres años, justo cuando estaba decidida a confesarle que sigo profunda y completamente enamorada de él, un conductor temerario se saltó el semáforo mientras cruzábamos la carretera de la mano. Lo vio de lejos y me empujó para salvarme. Ahora se debate entre la vida y la muerte por mi culpa. Si él se va, yo me iré detrás de él, no podría vivir sin él, y mucho menos sabiendo que murió por salvarme una vez más.