Ella.

Ayer algo me hizo recordar la unión que ella y yo tuvimos siempre. Tan sólo nos llevamos tres meses. Nuestras primeras palabras y nuestros primeros pasos los dimos juntas, de la mano. Compartimos nuestros primeros juguetes, nuestros primeros pintalabios...

Cada vez que nos veíamos en cumpleaños, comuniones, bautizos, etc. lográbamos convencer a nuestros padres para irme a dormir a su casa. Si había un puente o una semana de vacaciones, hacíamos todo lo posible para que pudiese irme a su casa esos días. Dormíamos juntas, más que dormir, nos pasábamos las noches charlando como las mejores amigas que éramos, porque más que mi prima, era mi mejor amiga, mi cómplice, mi consejera... y yo la suya. Siempre reíamos sin parar, los domingos que estaba en su casa limpiábamos ella, su hermana y yo, después, tocaba pasear o jugar.
Mi tía nos contaba hace unos años que cuando teníamos unos 4 años, nos poníamos sus tacones más altos, y salíamos a la calle corriendo a casa de nuestra tía Caty, que vive en la calle de atrás. Lo sorprendente es que nunca nos caímos con los tacones, nos doblamos un tobillo ni nada parecido.


Compartimos cómo nos enamoramos por primera vez, nuestro primer beso, nuestros miedos... Si alguien dañaba a una se las tenía que ver con la otra.


Recuerdo un día en el que cuando llegué en la moto de mi padre a su casa, encontré un anillo con el escudo del Sevilla F.C. , lo recogí y cuando entré se lo enseñe, nada más verlo gritó: '¡¡Es el anillo que ha perdido el gemelo!!'. Acto seguido salimos a la carrera a casa del chico para devolvérselo. No estaba, sólo estaba su hermano mayor, y le dijimos que le avisara de nuestra visita. Al rato llegó él a casa de mi prima en bici, cuando me vio sonrió, le dimos el anillo y marchó con una sonrisa de oreja a oreja.



Todo se torció cuando un chico de mi instituto se cruzó en nuestras vidas. Nunca me había enamorado de aquella manera, y claro, ella lo conoció por casualidad y ni corta ni perezosa le dijo que saliera conmigo. Eso fue un sábado, el lunes siguiente en los pasillos del instituto me lo encontré, me dio tanta vergüenza después de lo que había pasado... Pero me paró, y me dio una carta en la que ponía: 'Léela cuando estés sola'. Tenía un examen de inglés, pero eso no me importó lo más mínimo y la abrí. Decía que sí quería estar conmigo, pero que le dio vergüenza decírselo a mi prima el sábado porque había mucha gente, entre ellas su hermana. Nunca me llevé demasiado bien con sus amigos, y las chicas de la plazoleta hacían todo lo posible por separarnos. Hasta que entre todos lo consiguieron, para mí su primo, que se llamaba igual que él, seguía siendo mi primo, pero... no tenía muy claro qué significaba él para mi prima... Meses después, cuando llegó el verano, mi prima me dijo: 'Tengo que contarte algo que no sé si te gustará, sé que no te va a gustar, pero prométeme que no te enfadarás', me asustó con sus palabras, asentí con la cabeza, me hizo prometérselo, se lo prometí, pero pronto rompí la promesa. 'Estoy saliendo con Javi' me soltó. Javi era mi ex. Me quedé helada. Sentí cómo mi delicado corazón se rompía en pedazos. Aún no estoy segura si fue por el hecho de que mi prima, mi mejor amiga, saliera con él, o porque él volvía a tener novia, lo único que sé es que en ese momento todo cambió.

Seguimos yendo y viniendo juntas, pero ya no me quedaba en su casa. Apenas nos telefoneábamos, apenas hablábamos...

Poco después lo dejaron, y medio volvimos a la normalidad. Volví a pasar un finde en su casa.
Cuando volvimos a las clases, ya salía con otro chico, una de nuestras primas, dos años mayor que nosotras, me pidió que hablara con ella, que ese chico había estado con medio barrio, y que se decía que tenía VIH. Preocupada hablé con ella, pero se cabreó sin más, y todo en la familia es diferente desde entonces. Han cambiado tanto las cosas... A los 14 años la vida no es nada fácil, mucho menos si pierdes a dos de las personas más importantes de tu vida.